El consumo de éxtasis puede producir al instante efectos contrarios para la salud tales como escalofríos, naúseas, sudoración, visión borrosa, o contracción involuntaria de la mandíbula, e incluso la muerte súbida por sobredosis. Sin embargo hay que tener en cuenta que a veces este tipo de efectos vienen dados más a causa de los adulternates con los que se mezcla para su fabricación.
Sobre las 2 horas siguientes a la ingesta se produce una reducción de las capacidades motoras y mentales, tales como la memoria o la capacidad para procesar información, lo que supone un riesgo elevado para la conducción.
Se puede llegar a producir lo que se llama «golpe de calor», esto es una subida repentina de la temperatura del cuerpo debido al ejercicio físico continuado (bailar por ejemplo) asociado al consumo de esta droga, que puede desembocar en un fallo renal.
En ciertos consumidores más susceptibles se puede dar hipertensión, deshidratación y fallo cardíaco, además de ansiedad, agitación, conductas violentas o de riesgo.
Los consumidores crónicos de éxtasis sufren daños en los procesos de atención, abstracción y concentración. Pérdidas de memoria, pérdida del apetito, desinterés por el sexo, una mayor frecuencia de alteraciones psiquiátricas como la depresión, ansiedad, sintomatología obsesiva, ideación paranoide y trastornos del sueño.
Algunos estudios sugieren que estos trastornos son independientes de periodos de larga abstinecia, y de haber sido un consumidor habitual o esporádico. Sin embargo hay que tener siempre en cuenta otros factores como la edad de inicio del consumo, las dosis, la frecuencia, el consumo de otras sustancias simultáneamente, elementos ambientales y genéticos…
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